14º Domingo del Tiempo de la Iglesia
Año Litúrgico B
Los Ángeles, el 5 de julio del
2015
1ª lectura: del libro del profeta Ezequiel
2,2-5
Salmo: 122(123) 1-2.2.3-4
2ª
lectura: 2ª carta de San Pablo a los Corintios 12,7-10
Evangelio: de San Marcos 6,1-6
En las lecturas de este domingo, hay dos
afirmaciones que podemos utilizar en la reflexión de esta semana.
San Pablo dice “cuando soy débil entonces soy más fuerte.”
El Evangelista San Marcos dice que cuando Jesús
regresó a su ciudad de origen, “él se
extrañaba de la incredulidad de aquella gente.”
“Cuando soy débil,
entonces soy más fuerte.”
Estoy seguro que todos soñamos con ser fuertes.
En nuestra naturaleza hay el deseo de la fuerza, de la superioridad, del poder,
de la grandeza. Estos sentimientos, estas ambiciones, esta sed, son
inclinaciones que constituyen nuestra humanidad. No podemos condenarlas o
impedirles de existir. Ellas nos ayudan a vivir y nos conducen a la felicitad
que todos aspiramos.
El problema no se encuentra en la fuerza, ni en
el poder, ni en la grandeza, ni en la superioridad. El problema se encuentra en
los medios que utilizamos para alcanzarlos. En la forma en que ejercemos la
fuerza, el poder, la grandeza y la superioridad en nuestras relaciones con los
demás y con la creación.
San Pablo dice que en la debilidad, él es más
fuerte. El medio que él utiliza para ser fuerte es la debilidad. Se trata de
reconocer nuestros límites para dejar a la fuerza de Cristo, actuar en
nosotros. Se trata de ser humildes para que la presencia de Cristo, y el poder
del Espíritu Santo puedan manifestarse en nosotros. Si depositamos nuestra debilidad
en las manos de Cristo, nuestras acciones serán guiadas y realizadas por el
Espíritu de Dios. Vamos a ser fuertes, poderosos, grandes y superiores, ante
aquellos que creen que no necesitan a Dios para triunfar en la vida.
Hay gente en medio de nosotros hoy, que no
tiene nada en contra de Dios, creen que Dios existe, pero piensan que no
necesitan a Dios para vivir.
Si Jesús regresa hoy a nuestro mundo. Si Jesús
se presentara en medio de nosotros hoy,
seguramente que se va a extrañar
nuevamente, de nuestra incredulidad.
La ciencia, el desarrollo industrial y la
riqueza que poseemos actualmente, retiraron de la sociedad la presencia de
Dios.
Hay muchos de nuestros contemporáneos que
perdieron la fe, que ya no creen necesario dejarse iluminar, guiar y fortalecer
por el Espíritu de Dios. A veces nosotros también, nos dejamos contaminar por
las creencias de la sociedad moderna. Colocamos nuestra fe en el dinero, en los
diplomas, en las diversiones y en las diferentes proposiciones de este mundo y
nos olvidamos que estamos en las manos de Dios, y que sin Él no podemos nada.
Esta falta de fe, hace que haya personas que no
sienten la necesidad de ir a misa, a dar gracias a Dios, por las bendiciones
recibidas. Esta falta de fe, hace que haya personas que ya no vienen a
alimentarse con la Palabra de Dios, con el Cuerpo y la Sangre de Jesús para
vivir mejor. Ellos piensan que no necesitan a Dios.
En esta semana, reconozcamos nuestra debilidad,
para que la fuerza y el poder del Espíritu Santo sean nuestra fuerza. Tratemos
de ayudar a alguien de nuestro alrededor, a descubrir la belleza de la fe para
que si Jesús viene hoy, no se sorprenda de nuestra incredulidad.
Amén P. Germán