18º Domingo del tiempo de la Iglesia
Año Litúrgico B
Los Ángeles, el 2 de agosto
del 2015
1ª lectura: del libro del Éxodo
16,2-4.12-15
Salmo: 77(78)3-4.23-24.25.54
2ª lectura: carta de San Pablo
a los Efesios 4,17.20-24
Evangelio: de San Juan 6, 24-35
Hace algunos días encontré alguien que me dijo:
“Yo soy un buen católico, pero no tengo
tiempo para ir a misa.”
Uno puede ser una persona de buena voluntad,
alguien de bien. Uno puede respetar la creación, las leyes de su país y ser
considerado como un hombre o una mujer santo, pero nunca será un buen católico,
si no participa regularmente en la Eucaristía.
La Eucaristía es la fuente y la meta de la vida
de la Iglesia, de la vida de todos los discípulos de Cristo.
En la Eucaristía encontramos a Cristo,
alimentamos la vida espiritual y somos enviados al mundo, para vivir en la
justicia y la santidad conforme a la verdad.
Hay católicos que han abandonado la Eucaristía,
o que no acuden regularmente a misa, porque no han descubierto la importancia
de encontrarse con Cristo, de alimentarse espiritualmente y de sentirse
enviados al mundo, para vivir en la justicia y la santidad conformemente a la
verdad.
El Evangelio de este domingo nos dice que la
multitud buscaba al Señor, porque habían comido y habían sido colmadas por el
alimento que Él les había dado. Debemos buscar al Señor todos los días,
sobretodo el domingo para recibir el alimento que necesitamos, para crecer
espiritualmente. Nuestro cuerpo necesita alimento material para vivir y nuestra
fe necesita alimento espiritual para existir. La fe desaparece, nuestra
relación con Cristo se convierte en una ilusión si no tomamos tiempo, todas las
semanas para encontrarnos con el Señor. En la Eucaristía escuchamos la voz del Señor. En ella encontramos
a la comunidad que es el Cuerpo de Cristo visible en medio de nosotros.
Compartimos con nuestros hermanos y hermanas nuestras alegrías, nuestras penas,
nuestras dudas, nuestras convicciones, nuestras preocupaciones y nuestro
compromiso en la construcción de un mundo mejor.
La Eucaristía alimenta nuestra fe y nos acerca
al Señor. La Eucaristía transforma nuestro cuerpo y nuestra vida. Al recibir la
Eucaristía nos transformamos en el Templo del Espíritu Santo. Salimos de misa
con la presencia del Señor en nosotros. Llevamos a Cristo a nuestros hermanos y
hermanas.
La Eucaristía nos envía, con la luz y la fuerza
del Espíritu de Dios, a vivir en la justicia y la santidad conformemente a la
verdad.
Los discípulos de Cristo, animados por el
Espíritu Santo están en el mundo para vivir como Jesús. Si la justicia y la
santidad animan nuestras palabras y nuestros actos, viviremos conforme a la
verdad. Es decir, conforme a la vida de Jesús que es la verdad.
Tomemos un poco de tiempo en esta semana, para
descubrir la importancia de la Eucaristía en nuestra vida de cristianos.
Tomemos tiempo en la Eucaristía, para encontrarnos con el Señor, para alimentar
nuestra fe. Para ir al mundo, para vivir en la justicia y la santidad conforme
a la verdad.
Amén
P.
Germán