23rd Sunday of the Church Time A Los Angeles, September 3rd -4th , 2011 1st Reading: from the Book of Ezekiel 33,7-9 Psalm :94(95)1-2.6-7.8-9 2º Reading: from
the Letter of St Paul to the Romans 13,8-10 Gospel: Saint Mathew 18,15-20
You might have noticed that
in my homilies I usually choose to talk
about two or three topics. Today, given that many of us
are returning from vacations or are
starting a new school or work year, and given
that the topic of the Gospel is difficult, I decided to propose a reflection on a single subject: the fraternal correction. All of us need to be corrected. We are what we are today because our parents, our teachers at school and in
college, and our superiors or
coworkers have corrected us. Sometimes also close friends point to
our mistakes and help us find the right way. Fraternal correction is essential to family life and society. We ought to accept being corrected and we should participate
in correcting others. We have also experienced how
difficult it is to accept a correction or to feeling responsible for correcting our brothers and sisters. Often we think: it’s not
my problem or I don’t care. But in Matthew's Gospel, Jesus
says that we must correct others when we see
them going down the wrong path. As baptized disciples of Christ who came to show humankind the path to
happiness, we should feel responsible for the behavior
of everyone. This Sunday's liturgy helps us to understand that fraternal correction
cannot be done carelessly. I think that the Word of God shows us how to
make an effective fraternal correction and
how to prevent it from becoming a
lesson of morality or an unpleasant
accusation. Before giving any fraternal correction we have to pray. Jesus tells us that if two or three people agree to
ask whatever they want, our heavenly Father will grant it. We need to pray for the Holy Spirit
to give us the words and gestures
that don’t hurt our brother or sister. Also we need to pray for
him or her to be receptive to our intervention and to
take it as an act of love and not
as an act of pride or malice. To be a true
Christian, the second ingredient needed in a fraternal correction is
love toward your neighbor. Paul says that
he who loves does not hurt
anyone and that love is the fulfilling
of the law. We should not correct anyone if we don’t do it with brotherly love. It is better to remain silent when our hearts have no feelings of love to the
person we want to correct. In the family we see clearly that among parents and children, or between
husband and wife, fraternal
correction occurs easily and
produces results when it is nourished by love. But when love is absent, or when the correction is
motivated by revenge or jealousy
or by any other bad feeling, the correction becomes an element of conflict and division. Help us Lord to live the fraternal correction in prayer and in love for everyone to grow together in the way that You show us. Amen. Fr.
Germán
| 23º Domingo del tiempo de la Iglesia Año Litúrgico A Los Ángeles 4 de septiembre del 2011 1ª lectura : del Libro del profeta Ezequiel 33,7-9 Salmo : 94(95)1-2.6-7.8-9 2ª lectura : de la carta de San Pablo a los Romanos 13,8-10 Evangelio: San Mateo 18,15-20
Ustedes se han dado cuenta que de habitud, en mis homilías, tomo dos o tres puntos para desarrollarlos. Hoy, en vista de que regresamos de vacaciones y que muchos empezamos un nuevo año escolar o de trabajo y en vista de que el tema del Evangelio es difícil; decidí proponerles una reflexión sobre un solo sujeto: la corrección fraterna. Sabemos que todos necesitamos la corrección. Si somos lo que somos hoy, es porque nuestros padres, nuestros educadores en la escuela y en la universidad y nuestros superiores jerárquicos o nuestros colegas de trabajo nos han corregido. A veces también los amigos cercanos nos muestran los errores y nos ayudan a encontrar el buen camino. La corrección fraterna es indispensable para vivir en familia y en la sociedad. Tenemos que aceptar que nos corrijan y debemos participar en la corrección de los demás. También hemos hecho la experiencia de la dificultad que tenemos para aceptar una corrección o de sentirnos responsables de la corrección de nuestros hermanos y hermanas. Frecuentemente decimos: no es problema mío o a mí que me importa. Pero Jesús nos dice, en el Evangelio de San Mateo, que debemos corregir a nuestros hermanos cuando vemos que se encuentran en un mal camino. Como bautizados, como discípulos de Cristo que vino para mostrar a toda la humanidad el camino de la felicidad, debemos sentirnos responsables del comportamiento de todos los hombres. La liturgia de este domingo nos ayuda a comprender que la corrección fraterna no puede hacerse de cualquier manera. Yo diré, que la Palabra de Dios nos muestra el camino para que la corrección fraterna sea eficaz y que no se transforme en una lección de moral o en una acusación desagradable. Antes de toda corrección fraterna debemos orar. Jesús nos dice que si dos o tres se ponen de acuerdo para pedir lo que sea, el Padre celestial se los concederá. Orar para que el Espíritu Santo nos de las palabras y los gestos para no herir a nuestro hermano o hermana y orar para que nuestro hermano o hermana que se encuentra en el error sea sensible a nuestra intervención y la tome como un acto de amor y no como una intervención de orgullo o de maldad de parte nuestra. El segundo elemento para que la corrección fraterna sea verdaderamente cristiana es el amor del prójimo. San Pablo dice que aquel que ama no le hace daño a nadie y que amar es cumplir perfectamente la ley. No debemos corregir a alguien si no lo hacemos con amor fraterno. Es mejor callar cuando en nuestro corazón no hay sentimientos de amor por la persona que queremos corregir. En la familia vemos bien que entre padres e hijos o viceversa o entre el esposo y la esposa o viceversa, la corrección fraterna se produce fácilmente y da frutos cuando está animada por el amor. Pero, cuando el amor está ausente o cuando la corrección está animada por malos sentimientos o por la venganza o los celos,… u otro, la corrección se convierte en un elemento de conflicto y de separación.
Ayúdanos Señor a vivir la corrección fraterna en
la oración y en el amor para que todos crezcamos juntos en el camino que Tú nos muestras. Amen. P.
Germán |
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