25º Domingo del Tiempo de la Iglesia
Año
Litúrgico A
Los Ángeles 24
de septiembre del 2017
1ª lectura : del Libro del profeta Isaías 55,6-9
Salmo : 144(145)
2-3.8-9.17-18
2ª lectura : de
la carta de San Pablo a los Filipenses 1,20c.24.27a
Evangelio: San Mateo 20,1-16
Los cristianos conocemos bien,
el Evangelio que la Iglesia nos propone para este domingo. Frecuentemente, lo
utilizamos para reflexionar sobre la justicia de Dios. Sobre la generosidad del
Señor que da el mismo sueldo, tanto a los empleados de la última hora, como
aquellos que comenzaron a trabajar temprano en la mañana.
Hoy quisiera invitarlos a
descubrir otro aspecto de esta hermosa parábola.
Todos estamos llamados a
trabajar en el Reino de Dios y el Señor
espera hoy una respuesta de parte nuestra.
Es formidable descubrir que el
Señor cuenta con nosotros. Qué alegría saber que cada uno de nosotros, es
importante en la construcción del Reino de Dios.
Cristo vino a la tierra para
enseñarnos a trabajar en la viña de su Padre. El dice que la única aptitud
requerida, para ser buenos obreros, es el deseo de amar y de ser amados.
Todos: niños, jóvenes, adultos
y personas de edad, todos somos bienvenidos para trabajar en el Reino de Dios.
La Iglesia cuenta con cada uno de nosotros. Todos tenemos un lugar en la
Iglesia para participar en la construcción del mundo, para trabajar en lo que
sea necesario para transformar el mundo, en el Reino de Dios.
El desempleo y los
desempleados, no deben existir en el
Reino de Dios. El dueño de la viña necesita obreros. El vino hoy, en el
Evangelio que escuchamos, para proponernos trabajo en su viña. ¿Quieren
trabajar con Dios? Tengan confianza en Él y obtendrán un buen sueldo: la
felicidad y la paz para siempre.
Si usted está decidido(a) a
trabajar con Dios, le propongo tres etapas para firmar el contrato de trabajo.
Primero, tenemos que
comprometernos. Si Señor, yo quiero ayudarte a construir el Reino de Dios a mi
alrededor.
Segundo, tenemos que
empezar ahora mismo. Al salir de la Iglesia, podemos decir: tengo un nuevo
trabajo. Yo soy parte de los empleados de Dios, de los obreros de la Iglesia.
Tercero, tenemos que tomar
nuestro instrumento de trabajo: el amor. Todo lo que voy a hacer a partir de
ahora, debe ser animado por el amor. En mis palabras y en mis acciones, no debe
haber sino amor. Voy a transformarme en el amor como decía Santa Teresita del
niño Jesús.
El niño que hace todo por amor
a sus padres, que comparte sus juguetes con sus hermanos y con sus amigos por
amor por los demás; el joven que estudia con gusto, por amor a la ciencia y al
mundo que va a servir cuando sea adulto; el esposo y la esposa que tienen
siempre una sonrisa y los brazos abiertos, para recibir con amor a su
compañero(a); el padre y la madre de familia que trabajan honestamente, por
amor a sus hijos, que aprenden del ejemplo de sus padres; el adulto soltero que
da de su tiempo libre, para ayudar a los demás por amor a las personas
necesitadas; la persona de edad que tiene su casa abierta, para recibir y
compartir su vida con los demás por amor por la humanidad; todos estamos
construyendo el Reino de Dios, cuando dejamos que la llama de amor encendida en
nuestros corazones se exteriorice, en nuestras palabras y en nuestras acciones.
No salgamos de la iglesia hoy, sin ante firmar
el contrato con Dios. El necesita obreros y todos estamos bien capacitados para
responder a su invitación. Amen. P.
Germán