26º Domingo del tiempo de la Iglesia
Año Litúrgico B
Los Ángeles, el 30
de septiembre del 2012
1ª lectura: del libro de los Números 11,25-29
Salmo: 18, 8.10.12-13.148
2ª lectura: carta de Santiago 5,1-6
Evangelio: de San Marcos 9,
38-43.45.47-48
La liturgia de este domingo
nos invita a reflexionar sobre la presencia del Espíritu Santo en nuestro
mundo.
En la primera lectura,
escuchamos el deseo de Moisés: “Ojalá que
todo el pueblo de Dios fuera profeta y descendiera sobre todos ellos el Espíritu
del Señor”.
Y algunos siglos más tarde,
Jesús declara: “… No hay ninguno que haga
milagros en mi nombre, que luego sea capaz de hablar mal de mí. Todo aquél que no está contra nosotros, está a
nuestro favor.”
Gracias a la presencia de
Jesús en la tierra y a la venida del Espíritu Santo al mundo, podemos afirmar
que todos los bautizados han recibido el Espíritu de Dios.
El Espíritu Santo descendió
sobre los Apóstoles, el día de Pentecostés, y ellos nos lo han transmitido por
medio de los sacramentos.
Cada vez que recibimos un
sacramento, la Iglesia nos transmite la presencia, la fuerza, la luz y la
alegría del Espíritu Santo.
Nosotros somos un pueblo de
profetas y la primera Buena Nueva que debemos anunciar a nuestros hermanos y
hermanas, es que el Espíritu de Dios está en nuestro mundo y habita el corazón
de todos los hombres y mujeres de buena voluntad.
Los cristianos, nosotros los
bautizados, sabemos que hemos recibido
el Espíritu Santo en los sacramentos.
También sabemos que en el
mundo hay hombres y mujeres que no forman
parte de la familia cristiana y que por gracia y por la bondad de Dios han recibido, también ellos
(ellas) el Espíritu Santo.
Nosotros somos un pueblo de
profetas y además de anunciar la Buena Nueva, hemos recibido el Espíritu de
Dios para trabajar por la justicia.
El apóstol Santiago nos
recuerda lo peligroso que es el dinero, cuando no ha sido ganado honestamente y
cuando es utilizado para dominar a los demás.
Bautizados, seamos profetas
para anunciar a todos nuestros hermanos y hermanas que el Espíritu de Dios
habita en su corazón.
Bautizados, seamos profetas
para trabajar con todos los hombres y
mujeres de buena voluntad por la justicia y por el bienestar de toda la humanidad.
Amén
P.
Germán