28º Domingo del tiempo de la Iglesia
Año
Litúrgico B LA, 11 de octubre del 2015
1ª lectura: del libro de la
Sabiduría 7,7-11
Salmo: 89,12-13.14-15.16-17
2ª lectura: de la carta a los
Hebreos 4,12-13
Evangelio: de San Marcos 10,17-30
o 17-27
El Evangelio de este domingo nos invita a
reflexionar sobre nuestra relación con el dinero. La última encíclica del Papa
Francisco “Laudato Si” (Alabado sea el Señor), que habla sobre la importancia
fundamental de cuidar la creación, nos recuerda frecuentemente el lugar del
dinero, en la gestión y administración de esta casa común que llamamos Tierra.
El texto del Papa fue muy bien recibido por científicos, políticos de derecha y
de izquierda, economistas y personas de buena voluntad creyentes o no. En el
mundo entero hay grupos, que se han constituido para reflexionar sobre ese
texto, que forma parte de la doctrina social de la Iglesia. Y es considerado
por muchos, como el texto más importante de la Iglesia, después del Concilio
Vaticano II.
El dinero no es condenado ni por la Biblia, ni por Jesús y mucho
menos por la Iglesia. Conocemos la importancia del dinero. Todos sabemos que es
imposible vivir sin una mínima cantidad de dinero.
Pero, lo que es condenado claramente y sin
ambigüedad, es el dinero ganado con métodos deshonestos, o el dinero adquirido
sin respetar los derechos y la dignidad de todas las personas, comprometidas en
el proceso de producción y de consumo. No es suficiente ganar el dinero,
respetando la justicia. También debemos utilizarlo para el bien común.
El
equilibrio ecológico y el bienestar de la humanidad son inseparables, de la
noción de bien común. El Papa Francisco dice que el bien común es “el conjunto de condiciones de la vida social
que hacen posible a las asociaciones y a cada uno de sus miembros el logro más
pleno y más fácil de la propia perfección.” # 156.
Para comprender esta
frase, debemos pensar en la familia. El equilibrio de nuestras familias,
depende del respeto del bien común. Debemos hacer todo lo posible para que cada
miembro de nuestra familia, desde el más pequeño, hasta el de edad más
avanzada, pueda alcanzar su perfección, es decir la santidad, la felicidad.
En
la familia en la cual, uno de los miembros piensa solamente en él, olvidando la
felicidad de los demás, los conflictos y la división se instalan y la familia
se separa y se destruye. Lo mismo sucede en la sociedad. El dinero debe estar
al servicio del bien común que “presupone
el respeto a la persona humana en cuanto tal, con derechos básicos e
inalienables ordenados a su desarrollo integral.” # 157
El origen de los conflictos en nuestras
familias, de los problemas en el trabajo y frecuentemente de las guerras entre
los pueblos, viene de la falta de respeto de los derechos de los demás. Todos
tenemos la obligación de utilizar el dinero para el bien común, para que
nuestra humanidad no se destruya.
El Papa Francisco dice: “Toda la sociedad y de una manera especial el Estado, tiene la
obligación de defender y promover el bien común.” # 157b. Esta es la razón
por la cual San Juan Pablo II, decía frecuentemente, que deberíamos construir
una sociedad fundada en el amor y no en el dinero.
Permítanme terminar esta
homilía con un parágrafo de la oración que el Papa Francisco escribió para
concluir su encíclica: “Dios de amor,…
ilumina a los dueños del poder y del dinero para que se guarden del pecado de
la indiferencia, amen el bien común, promuevan a los débiles y cuiden este
mundo que habitamos.” #246b
Amén P. Germán