2º Domingo de Adviento A
Los Ángeles
8 de diciembre del 2019
1ª lectura: del Libro del profeta Isaías
11,1-10
Salmo:
71(72)1-2,7-8,12-13,17
2ª lectura:
de la carta de San Pablo a los Romanos 15,4-9
Evangelio: San Mateo 3,1-12
Desde el pasado domingo
estamos en el Tiempo de Adviento. Tiempo de preparación para recibir al niño
Jesús, que va a nacer en el corazón de todos los hombres y mujeres de buena
voluntad, que acepten darle un espacio a Dios en su corazón.
La liturgia de este Segundo
Domingo de Adviento nos invita a mirar alrededor de nosotros, a aceptarnos
como hermanos y hermanas y a cambiar nuestro corazón.
Mirar alrededor de nosotros para conocer mejor
el mundo en el que vivimos.
Cada vez más, estamos
interesados en los animales. Existen asociaciones que los protegen, los
cuidan y les ayudan a vivir mejor. Hemos tomado consciencia de la importancia
de preservar el reino animal, para el equilibrio de la creación y para la
sobrevivencia de la humanidad.
En el mundo animal reina
siempre la ley de la selva. El más pequeño es devorado por el más grande, el
más fuerte se sirve del más débil y los menos inteligentes son dominados por
los más astutos.
Los medios de comunicación
en forma constante nos informan sobre lo que sucede en nuestra humanidad, se
asemeja mucho a lo que sucede en el reino animal.
Es muy triste constatar
que la agresividad, la violencia, el odio y la maldad existen en todo el
mundo. Ya estamos cansados, escandalizados e irritados, por el sufrimiento
que los más fuertes imponen a los más débiles de nuestro mundo.
Debemos aceptarnos como
hermanos y hermanas. No podemos permitir que la ley de la selva sea
también la ley que domine en nuestras familias, en nuestras comunidades, en
nuestra sociedad, en nuestro país y en nuestro mundo. Necesitamos reconocer
que todos los hombres y mujeres son hijos de Dios. Que entre nosotros el más
grande es aquel que sirve, y no quien domina, o se hace servir.
El Tiempo de Adviento nos
prepara para acoger a Dios, que es el más grande de todos y que se nos
presenta como un pequeño, para mostrarnos el camino que debemos seguir, para
vivir con justicia y en paz.
La fraternidad es el lema de
todos los cristianos. El Niño Jesús nació en un pesebre, para estar cerca de
todos y no solamente de quienes viven en los castillos y que gobiernan el
mundo.
Debemos cambiar nuestro
corazón porque podemos inventar nuevas leyes y construir muchas cárceles,
para encerrar a quienes no respetan las leyes; pero si no cambiamos nuestro
corazón, nuestro mundo nunca será mejor para nosotros, ni para las
generaciones que vienen.
Debemos ser como los niños
que aman y se dejan amar. Nosotros los adultos, nos hacemos demasiadas
preguntas antes de amar y de acoger a los demás. Debemos llenar nuestro
corazón de confianza, de desinterés, de humildad, de dulzura y de alegría
para preparar el nacimiento de Dios en el mundo de hoy.
Si en nuestros corazones
siempre hay sentimientos de justicia, de paz y de fraternidad, vamos a
transformar el mundo. Ya no habrá más divisiones alrededor de nosotros y
haremos disminuir la violencia y las guerras que están destruyendo nuestra
humanidad.
En este tiempo de preparación
para celebrar la más hermosa fiesta de la cristiandad, observemos el mundo,
acojámonos los unos a los otros y cambiemos nuestro corazón.
Feliz preparación de Navidad.
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