2º Domingo
de Pascua
Año
Litúrgico B
Los Ángeles
el 15 de abril 2012
1ª lectura : de los Hechos de los Apostoles
4,32-35
Salmo :
117(118)2-4.13-15.22-24
2ª lectura : de
la 1ª carta de St Juan 5,1-6
Evangelio: San Juan 20,19-31
Este domingo, al escuchar las lecturas, nos da la impresión de
que han sido escritas el día de hoy para cada uno de nosotros.
Hay muchos mensajes que podemos tomar para
nuestra reflexión personal en esta semana.
De la primera lectura podemos apreciar el amor y la fraternidad que reinaba, en la que fuera la primera comunidad
de cristianos: nadie vivía en la miseria.
La segunda lectura nos invita
a meditar sobre los mandamientos del
Señor que no deben ser percibidos como
un peso, sino como un camino para aprender a amar.
El Evangelio nos habla de Tomás, el discípulos que dice: “Si
no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto mi dedo en el lugar de
los clavos y no meto mi mano en su
costado, no creeré”.
En ocasiones
somos tan incrédulos como Tomás. Queremos pruebas, queremos tocar,
escuchar y ver. Nos es difícil creer lo
que nuestros antepasados nos cuentan.
Y a pasar de todo, creemos en la historia.
Creemos que George Washington, Napoleón o Cristóbal Colón existieron. Creemos
que esos personajes hicieron historia
porque personas dedicadas y bien intencionadas nos han compartido sus conocimientos.
Tenemos confianza en los que han escrito la historia de nuestros países, en aquellos que nos han informado sobre los acontecimientos del pasado. Y al hablar
de la resurrección de Jesús tenemos que hablar también con confianza.
En nuestro mundo hay aquellos que tienen
confianza y creen que los relatos de la
resurrección son verídicos, pero
también encontramos personas que
no creen
porque son tan incrédulos como Tomás: necesitan ver y tocar para poder creer.
Jesús nos dice en el Evangelio: “Dichosos los
que creen sin haber visto”.
Aquel que cree es dichoso porque vive con
confianza. Nosotros somos felices porque podemos vivir en paz, porque creemos que Dios está con nosotros, que su luz y su fuerza nos acompañan para
vivir en un mundo en el cual las tinieblas y el mal existen.
Y tú, ¿quieres tener confianza y vivir en paz?
O bien ¿prefieres no creer en lo
que nos dicen los Evangelios y
vivir como si Dios no existiera?
No tengamos miedo de creer, el Evangelio nos
propone un camino de paz, de fraternidad, de amor. Dejémonos guiar por la luz
del Resucitado y descubriremos la paz y la alegría de vivir.
P. Germán