3º Domingo del tiempo
de la Iglesia
Año Litúrgico C
Los Ángeles, el 27 de enero del
2013
1ª
lectura: del
libro de Nehemías 8,2-4ª.5-6.8-10
Salmo : 18(19)8.9.10.15
2ª
lectura: 1ª
carta de San Pablo a los Corintios12,12-30
Evangelio: San Lucas 1,1-4; 4,14-21
“Hoy
mismo se realiza este pasaje de la Escritura que acaban de oír”.
Tomé las últimas
palabras del Evangelio para empezar la homilía de este domingo.
La Palabra de Dios, que
acabamos de escuchar se cumple hoy en esta Iglesia.
Ustedes y Yo, somos el
Cuerpo de Cristo. El Espíritu del Señor reposa en nosotros y nos envía a
anunciar la Buena Nueva al mundo.
Nosotros los bautizados
hemos sido consagrados, ungidos, elegidos para formar el Cuerpo de Cristo y
para anunciar al mundo entero el amor de Dios.
Nosotros somos el
Cuerpo de Cristo, somos la presencia de
Cristo en medio de los hombres y de las mujeres de hoy. El Cuerpo de Cristo no
es visible hoy si ustedes y yo no damos testimonio de su presencia en medio de
nosotros.
En este año de la fe,
la Iglesia nos invita a descubrir que gracias al bautismo, hemos sido
incorporados en el Cuerpo de Cristo y
hemos recibido la misión de revelar la presencia de Cristo en nuestra
vida y en el mundo.
Cada bautizado,
forma parte del Cuerpo de Cristo y ese Cuerpo nos
necesita a todos para manifestarse y para intervenir hoy.
Este domingo, debemos
tomar consciencia del tesoro que llevamos en nosotros. El Espíritu de Dios está
en nuestro corazón y si lo dejamos actuar en nuestra vida, Él hará de nosotros
una imagen de Cristo, un enviado de Dios, un mensajero de la Buena Nueva.
Todavía hay bautizados
que no han descubierto su lugar en el
Cuerpo de Cristo. Todavía hay bautizados que no saben que la Iglesia los necesita y que ellos necesitan de la Iglesia.
Si somos miembros del Cuerpo de Cristo,
debemos comprender que no podemos vivir la fe como solitarios. Necesitamos de los demás y los
demás necesitan de nosotros. Es una ilusión creer que vivimos nuestra fe, cuando
no frecuentamos una comunidad que es el Cuerpo de Cristo presente en
nuestro barrio y en nuestra ciudad.
Dios nos escogió para
darnos su Espíritu y Él nos reúne para formar comunidades en las cuales el
Evangelio y la Eucaristía nos instruyen, nos iluminan y nos
envían al mundo.
Nosotros somos el
cuerpo de Cristo y cada miembro es importante para el bien del Cuerpo entero.
La Palabra de la
Escritura que escuchamos esta mañana se cumplirá hoy si aceptamos vivir lo que somos: miembros
del Cuerpo de Cristo.
Amén
P.
Germán